De espantos y recuerdos..

Escuchando (sin querer queriendo) la conversación entre un par de niñas no mayores de 8 años, me remonté a una época casi perdida de mi vida en la que los cuentos de espantos y aparecidos eran parte importante de las conversaciones de mi niñez.

Aunque las niñas conversaban sobre no sé que perro de 8 patas y dos cabezas (primo hermano de cerbero tal vez) que perseguía a los niños malcriados, no pude evitar sonreír al pensar en la época en la que la noche era acompañada por una sombrita de miedo que sutilmente nublaba el corazón del entonces niño Yo..

En esos tiempos el equivalente al perro - ciempiés de las niñas era un hombre gigantesco que llevaba al hombro un saco con los huesos de su Padre y que se encargaba de encarrilar a todo aquel que estuviese fuera de su casa tarde en la noche. A pesar de las golpizas que tradicionalmente repartía a diestra y siniestra, el espanto procuraba ser justo y advertía de su presencia con un extraño y espeluznante silbido para no agarrar desprevenida a su victima, de allí que se popularizara el llamarlo simplemente como “El Silbón”. 
 
Muy popular en los llanos venezolanos, por alguna extraña razón, todas las historias de apariciones del fantasma involucraban a hombres fiesteros en camino o de vuelta de alguna celebración y, por alguna razón más extraña, las historias eran contadas efusivamente por mujeres cuyos maridos disfrutaba de este hobby (mejor que se queden en casa no?, por seguridad).

Algunos hombres sin embargo, lograban conjurar el peligro, haciéndose acompañar por un fiel perro ya que la tradición le atribuye a estos animalitos un súper poder para combatir el espanto provocando en éste tanto miedo como él mismo provocaba en los sinvergüenzas humanos.

En mi caso, el aparato se quedó definitiva e inocuamente en los caminos. Se quedó allí cuando el temor se hizo menos al competir con la necesidad de encontrarme con aquel Ángel de piel canela y ojos color miel, a la que tomé por primera vez la mano... Aquel espíritu hermoso que me regaló la experiencia de la vida en mi primer beso. 

Después de eso, el Silbón podía soplar y hacer todo el escándalo que le diera la gana, yo ya no lo escuché, tenía los sentidos embotados de vida….


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Disfrútalo, son 20 minutos de tradición Venezolana.



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