Y, al final, no entendió nada

Y al final, no entendió nada. Se lo expliqué.. Se lo pedí, al menos eso creo. No recuerdo bien.
 
Pero no entendió. No entendió que solo quería su apoyo, su compañía. Esa compañía que, aun en su ausencia, viene a mí cuando la pienso... cuando le escribo.

No entendió nada. No entendió que mis palabras son sortilegio que conjura la soledad de estos últimos días antes de la partida. No entendió que las letras liberan el peso de un corazón atribulado. No entendió que los sentimientos expresados en palabras hieren menos las almas acongojadas.

No, no entendió. Negó la respuesta necesaria, abandonó el campo del debate sin ningún intento de plantar batalla... dejándome allí, con mi arsenal de argumentos, con mi artillería de sentimientos... con mi soledad.

Pido disculpas a los que me leen en estos tiempos difíciles, abandoné unos días este blog. Es que pensé llegar a ella sin dejar huellas aquí, sin registros para el futuro, sin el freno que supone el testimonio de terceros... 

Pero ella no entendió... No entendió que hubiera bastado una respuesta. Cualquier respuesta, cualquier cosa que hubiera generado una conversación... no entendió que cualquier cosa hubiera acallado mi soledad.

Ella no entendió, amigos, no entendió que mi "intensidad" es premura. Que es necesidad de vaciarme de sentimientos antes de que se me termine el tiempo. No entendió que, día a día, le entregaba a pedazos mi corazón en palabras... como último presente.

Ya no explicaré nada, ya no esperaré nada.. el tiempo expiró... Y ella no entendió.

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