En tus manos..

Me tienes en tus manos y me lees
lo mismo que un libro.
Sabes lo que yo ignoro y me dices
las cosas que no me digo.
 

Sentimiento extraño este el de saberse desnudo. No esa desnudez puritana que echa en falta este débil escudo con botones y cremalleras con que escondemos nuestra naturaleza y con el que muchas veces enmascaramos nuestro propio yo. Aquí me refiero a esa desnudez primigenia y absoluta que nos deja el alma inerme antes ojos escrutadores que, sin sutilezas, rebuscan en nuestros más profundos secretos.

Puede ser de verdad inquietante el cerciorarse de que este don viene acompañado de la capacidad de leer tus motivaciones, de comprender tus detonantes, de anticiparse a tus reacciones. Cosa para volverse loco no? o, al contrario, para que un psiquiatra investigue un poco tu locura… extremos ambos de una insania que, de alguna manera, requiere control externo.

Sin embargo, esta desnudez tiene su encanto cuando la persona correcta enarbola la bandera de este superpoder. El despojarse de las cubiertas del alma puede ser un descanso cuando  lo que bulle en tu interior a veces supera tu capacidad para controlarlo. 

Todo depende, claro, del uso que tu exegeta personal le dé a su don. Pero, bueno, tampoco nadie garantiza que tu psiquiatra (al que le pagas un dineral) sea un Anibal Lecter cualquiera ¿no?

Tengo que reconocer que, en mi caso y sin contar a mi madre (que a veces se pasa y parece más vidente que otra cosa), pocas veces he encontrado alguien con esa habilidad natural. Me ha costado mi tiempo de entrenamiento para que comiencen a conocerme y a reaccionar en consecuencia… ¿me entienden?.. ¡Yo lo provoco! Confieso que generalmente tengo la mala idea de convertir a mi pareja en una especie de  profeta encargado de leer mis señales y traducirlas al mundo… eso me ha traído problemas y algunas satisfacciones que son material para otro cuento que no sea este.

Todo lo anterior viene a colación porque últimamente he visto, con sospecha, como alguien cercana (no taaan cercana, en realidad) parece haber desarrollado esa habilidad sin que yo, intencionalmente al menos, le haya otorgado las herramientas apropiadas para ello.  Es curioso y me inquieta porque, si no es buena idea que una persona con la que compartes tu vida tenga ese poder, imagínate que lo tenga alguien sin más compromiso contigo que la propia integridad y lealtad que la amistad y el compañerismo pueda otorgarle.

Ha habido algunas circunstancias que, de hecho, han permitido esta transferencia de información y han llevado al desarrollo de esta habilidad pero la verdad es la primera vez en mi extensa vida que veo que esto me pasa.. pero la verdad, verdad… la cosa no me desagrada del todo y de repente puede ser una oportunidad para encadenar mis demonios (bastante intranquilos últimamente). Veremos que decido que pase..

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