Me acostumbré a su presencia

Y me acostumbré a su presencia, no me avergüenza decirlo, como quien se acostumbra a la caída de la lluvia o a la salida del sol, o al canto de las aves.
Me acostumbré a su presencia como quien se acostumbra a esos milagros cotidianos que nos rodean y que a gritos nos hablan de luz y vi da.
Si, me acostumbré a su presencia.. a la cercanía de un espíritu que no tiene nada de cotidiano y que, como la lluvia, el sol y el canto de las aves, son milagros que el Padre nos brinda día a día
Me acostumbré a su presencia. Presencia pacificadora o destructora según el reflejo de mi propio corazón... siempre ahí, cerca de mis desequilibrios..
Me acostumbré a su presencia.. y, la verdad, aún no se que hacer con su ausencia.. ausencia que, de súbito, revela la existencia de la lluvia, el sol y el canto de las aves... revela su existencia... pero les resta significado..
Me acostumbré a su presencia, sí.. y, ahora, solo queda acostumbrarme a su ausencia..
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