No puedo...

Jummm, no puedo dejar de mirarla, de admirarla. Trato, pero es cosa difícil cuando tengo activo ese detector que se enciende en su proximidad y me obliga a voltear cuando aún ni siquiera aparece. Es esa dichosa habilidad que desarrollé de presentirla... ese bendito cosquilleo en la nuca que la delata y que me obliga a buscarla, a plasmarla en mis pensamientos con todos esos colores que imagino usa para pintar su mundo.

No puedo dejar de mirarla, de admirarla. Ella irradia algo poderoso, algo que no sé explicar. Siento que la rodea una fuerza que atrae, que ata y que somete. Es hermosa, claro. Y ese cuerpo, cálido y suave, destruye de un soplo cualquier defensa que pueda interponer entre ambos. Confieso con algo de vergüenza que, sin verla, conozco pieza a pieza su lencería de tanto adivinarla enmarcada en el ajuste perfecto de la ropa que usa. Ropa que, sabia y femeninamente, ha escogido para abrazar estrechamente su cuerpo, revelando sus formas, haciendo promesas de llevarte al nirvana solo con la esperanza de un ligero roce de su piel.. jummm, su piel. 

Pero, créanme, no es eso lo que me obliga a mirarla, a admirarla siempre... no, no es eso... al menos, no solo eso.

Hay algo en esa forma de vestirse, a veces explosivamente sexy. Algo en esa forma de caminar arrancándome suspiros a cada golpe de cadera. Algo en esa profundidad de ojos cuya mirada atraviesa oscuridades. Algo en su pecho, promesa de placer primigenio y calenturiento, que al mío acelera con el tamborileo exacerbado de mi corazón.  No lo sé, tal vez sean sus ojos, su piel, su pecho, sus caderas y todo lo demás... tal vez sea una amalgama de todas esas cosas lo que tienta a mi instinto masculino.. ¡Ay!.. No lo sé... La cosa es que no puedo dejar de mirarla, de admirarla... de verdad, no puedo. 

Y ella sigue viniendo, y yo sigo presintiéndola.. Mirándola, admirándola. Como si buscara el sitio exacto, ese punto de quiebre donde su resistencia a mí se convierta en nada. Ese punto que dispare un suspiro como premonición de un beso, un roce de piel como precursor de una caricia, una mirada como invitación tácita a visitar su mundo de luces y colores. 

Pero busco algo que quizá no existe... y yo sigo mirándola, admirándola... es todo lo que puedo.

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